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miércoles, 26 de noviembre de 2014

'Sales de baño', droga de zombis caníbales

Una sustancia similar a la cocaína hace estragos en Ibiza: ya ha habido casos de mordiscos y agresividad extrema.
La droga conocida como 'sales de baño' ha entrado a Ibiza después de provocar dramáticas historias como la de Rudy Eugene, el Hannibal Lecter estadounidense. / dario perrone (Flickr)


Todo el mundo en los barrios del norte de Miami sabía que Rudy Eugene, un quinqui de 31 años, era apenas un macarra negro que tenía el dudoso honor de haber sido el primer idiota sobre el que la policía de Florida había usado una pistola paralizante (taser) cuando fueron a buscarle hacía diez años acusado de haber amenazado de muerte a su propia madre. Lo que nadie sabía, ni siquiera su madre, es que Eugene podía llegar a ser, con algo de ayuda sintética, un zombi caníbal.
Hace dos años, Rudy Eugene salió de una fiesta cerca de Miami Beach con un chute en el cuerpo de “sales de baño”, una droga de diseño muy potente y barata (entre diez y veinte dólares por un gramo) que es una combinación de cocaína y metanfetamina y que une las paranoias y la agresividad de la meta con las alucinaciones del LSD y la extrema psicosis de las PCP (el polvo de ángel).

ugene, el macarra, debió caer en hipertermia, tuvo que sentir un primer golpe de calor fruto de la droga, una sensación de estrés brutal como de que tus órganos comienzan a freírse. Aquello le forzó a abandonar su coche cerca de la playa, a desnudarse para tratar de refrescar su cuerpo y andar cerca de cuatro kilómetros por la vía de servicio peatonal de una autopista. Allí se encontró con Ronald Poppo, un sintecho habitual de la zona, un vagabundo que hace casi medio siglo fue alumno del mejor colegio público de Nueva York, el instituto Stuyvensant.
os que han probado las sales de baño aseguran que cuando la toman tienen la sensación de que miden tres metros de altollevan un escudo blindado y están en un lugar muy oscuro de su mente al que jamás querrían volver. Un drogadicto de Miami que probó las sales de baño asegura que en su alucinación creyó que estaba en un manicomio tenebroso y que había sido poseído porJason Voorhees, el asesino de la máscara de hockey de las películas de Viernes 13.


Eugene, con una fuerza despiadada, se lanzó sobre Poppo, le arrancó la ropa, le golpeó ycomenzó a devorarle la cara. Durante dieciocho minutos, el quinqui se convirtió en un caníbal frenético.
Tras veinte minutos, un agente de Policía llamado José Rivera llegó corriendo después de que una cámara de tráfico de la autopista alertara del ataque. El policía sacó su arma y le gritó a Eugene que parara. Según el testimonio del agente, Rudy Eugene se detuvo, levantó la cara, gruñó como una bestia salvaje y engulló un trozo de Poppo antes de bajar la cabeza para arrancar otro pedazo... Rivera disparó una vez sobre el atacante. Eugene, con la droga disociando el dolor en su cabeza, masticó más deprisa. Rivera vació el cargador de su revólver. Rudy Eugene estaba muerto y Ronald Poppo, sin cara, trató de sentarse...
El agente guardó su arma y llamó a los sanitarios (que estabilizaron al vagabundo y lo llevaron al hospital). Después, Rivera fue trasladado por sus compañeros a la unidad de psiquiatría de la Policía en estado de shock. Allí contó, -y días más tarde a un equipo de reporteros de la CBS- que la única vez que había visto algo parecido -un hombre que se estaba comiendo vivo a otro y que no obedecía órdenes ni se detenía cuando era disparado y que gruñía como toda forma de comunicación- había sido en esa serie de televisión de zombis llamada “The Walking Dead”.
Los noticiarios de todo el país rebotaron la noticia y comenzaron las similitudes. En Milwaukee, una  mujer puesta de sales de baño devoró tres dedos del pie de su hijo. Al norte, un hombre mató y se comió trozos de su compañero de piso. En Panama City, en Florida, una mujer trató de decapitar a su madre. En esa misma ciudad, un hombre que fue detenido cuando iba hasta arriba de sales de baño, arrancó con sus dientes el asiento del coche policial.
Es cierto que todas las drogas, incluso las que tantos pretenden legalizar, como la cocaína, el yayo, la heroína o la marihuana, en su versión “sour diesel”, te pueden freír los sesos hasta dejártelos achicharrados. También hay plantas con un acción tan potente, como la salvia divinorum, con un porcentaje de mortalidad no por la droga en sí, sino por los suicidios que induce cuando la paranoia se descontrola.
Pero cuando la droga se retira y el cerebro se desengancha, todo debería volver a la normalidad -salvo esa enfermedad crónica que hayas agarrado después de pincharte con agujas compartidas y un largo etcétera de miserias-. Pero esto no es así en el caso de estas drogas sintéticas -de diseño- (alucinógenos, entactógenos, estimulantes, sedantes, cannabinoides, derivados de la piperazina y un largo etcétera, incluidos los fármacos que mitigan la disfunción eréctil), que es lo más parecido que hay a jugar a la ruleta rusa que lo que son otras drogas clásicas que te proporcionan un estúpido paseo por la paranoia y un largo síndrome de abstinencia.
El problema de estas drogas de diseño es que si las sintetizas en un laboratorio, en una condiciones higiénicas adecuadas y con unos productos de buena calidad, el resultado es profesional, el cuelgue es largo y el síndrome de abstinencia, llevadero. Todo lo anterior tiene una expresión en dinero: meterse droga de buena calidad y viajar durante cuatro horas a lomos del caballo, es caro. Cuando el dinero se acaba, al yonqui le es lo mismo viajar durante una hora a lomos de un asno y por eso, cuando alguien es un quinqui macarra, acaba metiéndose sales de baño -un sustituto barato de la metanfetamina de calidad-, y cuando alguien es un drogata ruso tirado y no tiene para heroína (en torno a cien euros el viaje), se mete un kokodrilo en vena. Cinco euros por un kokodrilo todo lo más. Claro que el kokodrilo te devora la carne pero, oye, qué se puede esperar cuando viajas por cinco euros...
Hace un par de años, alguien en Rusia, en concreto en Siberia, recordó  que se podía transformar la codeína en desomorfina (un análogo del opiáceo diez veces más portente que la morfina) sintetizando el analgésico (es el que toma el doctor House para mitigar sus terribles dolores en la pierna mala) en tres pasos. El resultado es un sustituto bastante aparente de la heroína, pero todavía caro si se hace bien. Así que otro alguien decidió fabricarlo en la cocina de casa usando la codeína que se compraba sin receta en cualquier farmacia de la Federación rusa -jarabes para la tos- y reactivos como la gasolina, el fósforo de las cerillas y salfumán (ácido clorhídrico). El resultado, inyectado en vena, tiene una magnífica relación entre calidad (media) y precio (ridículo). Y lo mejor de todo es que sólo se tarda media hora en fabricar una dosis. Ya no hay miedo al síndrome de abstinencia y eso convierte al kokodrilo en un droga tan adictiva que no hay forma de desengancharse. En esa magnífica relación entre precio y calidad, sólo hay un pero insolucionable: el que lo prueba tiene una esperanza de vida de dos años porque, como hemos apuntado antes, el kokodrilo te devora la carne. Literal. Es lo que pasa cuando sintetizas algo con ayuda de gasolina y un reactivo como el salfumán.
En cuanto un yonqui se inyecta en la vena un chute de kokodrilo, la zona de alrededor comienza a gangrenarse y todo el tejido se va descomponiendo.... El kokodrilo devora y el yonqui se pudre.Al final, poco antes de la muerte, la escena de un kokodrilo adicto es la de un zombi: la piel gangrenada se cae, huesos al aire, miembros amputados, cerebro destruido.

Alarma en Ibiza

La Guardia Civil ha detectado al menos tres casos de jóvenes en Ibiza que, tras consumir 'sales de baño', presentaban los síntomas que ya experimentó el quinqui Rudy Eugene: psicosis, paranoia extrema, reacciones violentas y mordiscos. Beautizada como 'droga caníbal', los brotes de extrema violencia se han manifestado "durante tres o cuatro días" y han llevado a los agentes a tomar medidas de precaución que incluyen, entre otros aspectos, llevar guantes cuando se topan con un individuo que presenta los síntomas.
Según el testimonio de una de las enfermeras, uno de los pacientes que atendió en el centro de Salud de San Antonio era tremendamente agresivo aún esposado: "Varios agentes de Policía intentaban aguantarlo en la camilla hasta que acabó en el suelo, y entonces mordió a un agente en la mano, aunque por fortuna llevaba los guantes puestos y solo le provocó un hematoma. Tuvieron que pedir refuerzos por radio. Al final había ocho agentes".


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